10 de diciembre. Viviendo en una ciudad soleada como Madrid, a veces casi siento un poco de nostalgia de la lluvia y de la niebla milanesa. Sin embargo, una vez que la veo la nostalgia no suele durar ni un par de minutos.
En Lisboa tuve un bocado de bruma marina, aunque pasé más tiempo en el aeropuerto que en los bares del Bairro Alto. Milán fue menos acogedora: frío, llovizna, niebla y menos gente gracias a los que aprovecharon el feriado de Sant'Ambroggio para hacer miniturismo.
Viernes a la noche, cena en la Comuna Baires: empanadas, bife alto y malbec sanjuanino. Alessandra me avisó para que trajese los zapatos de baile, así que ensayamos un par de ochos en el rincón más discreto de la pista. Todo salió bien. No nos vio ninguno de nuestros amigos.
El sábado en horario de matiné fuimos con Paola a ver "Novecento", el monólogo de Baricco actuado por D'Elia, acérrimo rival, por motivos que ignoro, de mi vieja escuela de teatro. "Non sei fregato veramente finché hai da parte una buona storia e qualcuno a chi raccontarla". Y la historia que cuenta es una buena historia, bien escrita y terminada con precisión geométrica. Como autor de teatro, Baricco es un gran arquitecto.
Sábado a la noche, cumpleaños de Carmen. Lloviznaba. Camilla me preguntó si no sentía frío con mi ropa de media estación. Probablemente. La noche no estaba para ropa de algodón.
Domingo, almuerzo con Akil y Clo: pasta ai gamberi, fiori di zucca e zafferano, tartar di tonno y un sangiovese ligero que combinaba bien con pescado. Una buena conversación sobre cómo obtener financiamiento para proyectos de desarrollo, la vida en Holanda, cómo valorizar la propia experiencia, cómo ganar amigos e influir sobre las personas y otras lecciones de manual mientras bebíamos té de montaña albanés.
Y a seguir comiendo. A la noche, sushi con Federico, Alessandra y Fernanda en un local de alto diseño. Una pareja mostraba su mutuo afecto con gran desenvoltura, rayando lo indecente. Para llamar un poco más la atención, dejaron caer una copa al piso. Al menos hablaban en voz baja. Cuando hablaban.
Para teminar la noche, un tanguito con Alessandra, ya de principiantes con un poco más de soltura y sin llevarnos a nadie por delante. Me convenció para que vaya tanteando las milongas de Madrid.
Lunes otra vez. Hora de la verdad. Luego de 5 meses de espera, finalemente obtengo mi pasaporte y ya soy libre de dejar la Unión Europea y estados asociados. En mi declaración me había olvidado de señalar si tengo hijos menores a mi cargo. Les juré que no y me creyeron sin más explicaciones, como cuando uno tiene que responder el formulario para entrar en Estados Unidos a preguntas como "Es usted terrorista?", "Se ha visto involucrado en actos genocidas?" o algo así.
Para volver a Madrid, el vuelo salió con retraso. Motivo? Niebla. Confieso que ya no la extraño. Volví a casa con un fuerte resfrío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario