miércoles, 21 de febrero de 2007

Del nuevo al viejo mundo

4 de febrero. Paso de una ciudad donde se habla bastante castellano a otra en la que se escucha poco inglés: Madrid. Estoy de vuelta en el viejo mundo. Espacios compactos, una extensa red de transporte público, gente por todos los rincones a todas las horas, arte e historia a la vuelta de la esquina y por cierto, todo el encanto de un mundo más que imperfecto.
Paloma me espera en el aeropuerto. Cálida bienvenida. Alex me abre la puerta de su casa y continua durmiendo. Ya es mediodía pero al parecer se ha acostado a las 7 de la mañana. Dejo mis cosas y salgo a almorzar con Paloma en “Emma y Julia”. Nos recibe la moza patagónica que trabajaba en el Masaniello, el restaurante de enfrente. Comer, pasear, dormir.

7 de febrero. Me cuesta levantarme temprano. Sigo con jet lag. Llego a la embajada de la India poco antes del cierre para tramitar mi visa de turismo. Sólo tengo que esperar una semana. Salgo a almorzar y vuelvo a casa a dormir la siesta. Sigo con la rutina semanal: comer, pasear, dormir.

9 de febrero. A Toledo con Paloma. Nos subimos al AVE, acomodamos los abrigos y el equipaje, miramos por la ventana y al rato escuchamos por los altoparlantes: “Bienvenidos a Toledo”. Si será rápido.
Linda estación en estilo neomudéjar. Tomamos la ciudad por asalto, arrastrando la valija de Paloma al otro lado del Tajo. Esa manía que tienen las mujeres de cargar peso aunque sea por dos días. Prosigo con la rutina de siempre pero en otra ciudad: comer, pasear, dormir.

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