

18 de septiembre. Dubrovnik (Ragusa para los italianos) es un infierno. Hay tantos turistas que parece Venecia. Que es linda, es linda, pero tampoco exageremos. Los croatas, con su usual simpatia, te sacan a patadas si das muchas vueltas sin comprarles nada. Con los turistas parece que se les subieron los humos. Por suerte la familia que me hospeda es bastante amable.
El tiempo no ayuda demasiado. Apenas llegue' a la terminal se cayo' el cielo. Un aguacero digno de los tropicos.
A la tarde la cosa no mejora. Estaba dando una vuelta por la ciudad vieja y levanto la vista: sone'... El cielo pinta negro y un par de truenos anuncian que es la hora de buscar refugio.
Bien. Hay una especie de puente en una callecita angosta que parece un buen refugio. No hago a tiempo de encontrar nada mejor, tipo un bar o una iglesia. Llueve, y el agua convierte a las escalinatas de piedra en cascadas naturales. Apenas para un poco, empiezo a bajar pero no hago a tiempo de secarme los pantalones. A los 3 minutos se larga otra vez. Por lo menos esa vez consigo ponerme bajo la sombrilla de un bar. No estoy solo. Hay gente comiendo tranquilamente sus platos de mariscos mientras vuelve a caer un torrente de agua por las escalinatas....
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