
17 de septiembre. Domingo es un dia para comer pasta y ese es mi objetivo primario: encontrar un restaurante italiano en Mostar. Despues de comer bien, mi humor se incrementa exponencialmente: tortelloni de espinacas, una copa de tinto (siempre ayuda), y el infaltable pocillo de cafe. Mision cumplida. Me queda la tarde libre para pasear por la ciudad, lejos del centro historico y de los micros que descargan turistas sobre el famoso puente hecho a nuevo.
Llovizna. Paso por una libreria y encuentro un buen libro. Lastima que mi tarjeta de credito excedio' el limite mensual.
En la casa de la familia que me hospeda encuentro a la segnora preparando pita, una especie de arrollado de hojaldre relleno de carne y ricota. Iba a salir enseguida, pero no podia irme sin probarla. Mas cuando la segnora me ofrece una porcion abundante acompaniada de yogurt. Eso si que es hospitalidad...
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