“De ser verdad que existe una inteligencia superior que maneja los hilos, que sepa que cuenta con mi antipatía”
Ana Cuevas
El 2009 estrenó los titulares con los bombardeos israelíes en la franja de Gaza. Puedo hacer una lectura sombría de las implicaciones de este bombardeo más allá del eterno conflicto entre israelíes y palestinos. Vale aclarar mi posición: no soy ni israelí ni palestino, no hablo ni árabe ni hebreo, y no he visitado nunca esa tierra ni tengo vínculos económicos o afectivos con ninguna de las partes.
Pero no me interesa tanto hablar del conflicto en sí sino apenas hacer un par de reflexiones sobre la democracia.
En primer lugar, porque el conflicto de Gaza se trataría de un conflicto bélico entre dos democracias, lo que haría saltar por los aires la tesis de que las democracias no se hacen la guerra entre ellas.
Por lo que entiendo, Israel es un Estado democrático, con elecciones libres, una economía de mercado desarrollada, una comunidad científica y cultural notable y un índice de desarrollo humano que lo colocaba, según el informe del PNUD para 2005, apenas por debajo de Alemania.
Por otro lado, Palestina también es una democracia cuyo mayor grupo con representación en el consejo legislativo es Hamás. En cuanto a nivel de desarrollo humano, en 2005 los territorios palestinos se encontraban en el puesto 106, justo por debajo de Vietnam.
Es esperable que en la prensa europea las voces se inclinen en favor de los más débiles. Visto que por cada baja israelí hay 100 muertos palestinos (sin considerar que aproximadamente la mitad de las bajas israelíes fueron causadas por fuego “amigo”), no resulta difícil saber quién lleva las de perder.
Sin embargo, la opinión pública no parece tener eco en las decisiones gubernamentales de las democracias desarrolladas. El gobierno español presidido por el socialista de Zapatero, que pretende diferenciarse de la postura pro-militarista en Medio Oriente de su predecesor, le pide a Israel que cese el fuego a la vez que le ha vendido armas.
Del otro lado del Atlántico las cosas no van mejor. El gobierno saliente de Bush apoya a Israel mientras que Obama evita pronunciarse por no ser todavía el presidente al mando, pese a que sí lo hizo respecto a otros temas como las ayudas al sector automotriz.
Por más que haya mayorías que votan a favor de la paz, los gobernantes que llegan al poder prometiéndola mantienen la línea de sus predecesores.
También es cierto que Israel y Palestina son dos democracias bastante particulares. La primera es una democracia basada en una identidad cultural y religiosa, lo que en principio no tiene nada de malo salvo que dicha identidad puede terminar atentando contra la propia base democrática al denegarle igualdad de derechos a los no judíos. A su vez, Palestina es un Estado democrático asentado en territorios fragmentados y ocupados cuyos accesos a las fuentes de agua y sus comunicaciones son en buena medida controlados por Israel, quien no les facilita mucho la vida. Sobre esta base, cómo es posible que en ambos Estados pueda florecer la cultura democrática?
Hamás, considerado un grupo terrorista tanto por Israel como por Estados Unidos y la Unión Europea, hace más daño que bien a Palestina pero ha llegado por medios democráticos. Tampoco es una novedad que las democracias pueden suicidarse, como sucedió en la República de Weimar.
Ahora bien, lo ataques israelíes que en teoría buscan apenas su legítima defensa y se caracterizan por lo que el filósofo Bernard-Henri Lévy califica como "enorme moderación", contribuirán más a que los niños palestinos se conviertan en un Edward Said o a que toquen en la orquesta del genial Daniel Barenboim o a que sean ciegos militantes de Hamás?
Apuesto 100 a 1 a que triunfarán los últimos, para alegría de los halcones israelíes que de esta manera tendrán motivos para mantenerse en el poder y seguir con sus absurdas políticas.
Como sostiene Avika Eldar: “Hamas es parte intrínseca del sistema democrático en Palestina y la única vía para apartarlo del poder es la misma por la que llegó a él: las urnas; no las balas." Ahora, para que un partido de verdadero espíritu democrático llegue al poder en Palestina, en lugar de un grupo armado, deben darse las condiciones para que la democracia pueda florecer. Y casi nadie, ni en Palestina, ni en Israel, ni en la comunidad internacional, le da de comer a la paloma de la paz.
Foto: Detalle de la Basilica di Santa Maria in Porto, Ravenna.