miércoles, 23 de enero de 2008

Ajetreado


13 de enero. En París, con Leila, aprovechando que es domingo para almorzar en un pequeño restaurante italiano. Un mozo se queja en italiano de que los franceses almuerzan demasiado tarde. Luego cambia al francés y su tono de voz se vuelve amable. Lo cierto es que ya es tarde para programas culturales. Cambiamos una visita al museo etnográfico por un té marroquí en su casa hasta que se hace la hora de volverme a Madrid. Ya en el aeropuerto nos cruzamos con Jesús y con Carmen, a punto de subirse al mismo avión. Terminamos sentados uno al lado del otro, pero apenas cruzamos dos palabras antes de cabecear sobre el asiento y dormitar hasta que el avión empezase a perder altura.

17 de enero. En Madrid. Finalmente mi familia se conectó a skype y probamos la primer teleconferencia/chat familiar con seis personas hablando al mismo tiempo. Vicky prueba el teclado que le regalaron en su cumple y hasta se pone a cantar en ingles. Finalmente skype da problemas. Ya probaremos con gizmo o con otro programa supuestamente mejor.

19 de enero. En Valencia. Me encuentro con la novia de mi hermano a la salida de la catedral mientras que tres amigos napolitanos me esperan en el Oceanografic. Una señora me pregunta en valenciano si unas escaleras conducen al estacionamiento. Me giro de espaldas y veo a los napolitanos que yacen al sol como lagartijas a la hora de la siesta, entre uno de los acuarios y la jaula de los pájaros. Dejamos el Oceanografic y vamos a la rambla. Nos cruzamos con dos chicas en bikini en pleno invierno. Escandinavas tal vez? Se está bien para caminar por la playa hasta el anochecer. Cenamos paella en El Romeral, donde el mozo nos explica que ese tradicional plato valenciano se solía cocinar con topos.

22 de enero. Me pregunto cuándo tendré tiempo de ordenar mis cosas. Llego tarde a casa, me preparo la cena hasta que es aun mas tarde, y me entero de que mañana, después de un seminario que ya empieza tarde, tengo una cena en casa de amigos. El próximo jueves llegare' a casa mas temprano, a eso de las 22:30, y tendré algo de tiempo para poner un par de mudas de ropa en mi mochila y de plancharme un par de camisas. El viernes me voy a Barcelona con Leila.

Foto: L'Hemisfèric, Valencia

domingo, 6 de enero de 2008

Réveillon

Uno puede tener planes para una fecha determinada pero a veces es mejor no tener ninguno. Pasar año nuevo en casa, aprovechar los cuatro días festivos para no hacer practicamente nada salvo aprovechar la soledad de la casa para comer, dormir, escuchar música, leer y a lo sumo dar un paseo por el parque. Eso es más o menos lo que hice el último fin de semana del 2007: me quedé solo en casa con Miti, la gata de mi coinquilina, y apenas salí hasta el supermercado para comprar comida y dulces.
Para el lunes 31 de diciembre en principio pensaba irme a dormir temprano. Después una colega me dijo que unos amigos suyos organizaban una fiesta y que me podía enganchar. La llamé el 31 y me respondió que se había olvidado de avisarme que la fiesta fue cancelada hacía dos días. Fue así que me quedé en casa. Pero no solo...

A las 20:30 llegó Leila de París. Unos días antes ella me había preguntado si tenía planes para el año nuevo. Le dije que no, que pensaba quedarme en Madrid, y que si quería hacerme compañía podía venir a visitarme. Y se vino nomás, con una caja de chocolates y una botella de champagne.
Así fue que empecé el 2008 con profesora de francés en casa, haciendo de guía en una ciudad que sigo sin conocer mucho, con mal tiempo, buscando infructuosamente un buen restaurante y un buen café que no estuviesen cerrados, pasando por el sucio metro de Madrid tras dos semanas de huelga del personal de limpieza, por los feos puestos de la Plaza Mayor y ante las odiosas comparaciones con París que dejan mal parada a la ciudad en la que vivo.

Durante la semana el tiempo no estuvo mucho mejor. Al frío se le sumó la lluvia. Leila no consiguió entrar al Prado por la cantidad de gente en la fila pero al menos aprovechó para ir de compras. Para sacarla a salir de noche, me faltaban ideas. A ella le gusta el teatro, pero no habla castellano como para entender de qué se trata la obra. También le gusta bailar, pero yo trabajo en la semana y tengo la energía de un abuelo. Tal vez si saliéramos a bailar algo acorde para mi edad, como tango. Pero tampoco, ella baila tap o marcha. Entonces algo tranquilo, como ir a tomar algo y conversar. Sugerencia aceptada. Pasamos por un lounge bar con pantalla gigante en la que pasaban nada menos que "Blade Runner". A Leila le parece bien. Intento prestarle más atención a ella que a la película. Leila será Leila, pero Blade Runner es siempre Blade Runner. Ok, finalmente le pedí perdón a Ridley Scott y le presté más atención a la chica, que a diferencia de Blade Runner, es una historia que no conozco y que no sé cómo termina.