domingo, 22 de febrero de 2009

domingo, 15 de febrero de 2009

Ghost in the machine


Stanislaw Lem, en uno de los episodios de Ciberiada, cuenta cómo sus protagonistas lograron liberarse de un monstruo galáctico que los tenía prisioneros. Idearon un aparato capaz de generar informaciones a gran velocidad, al punto que el monstruo intergaláctico, ávido de saber, quedó sumergido y atrapado bajo el cúmulo de informaciones producidas sin poder absorberlas al mismo ritmo.
A veces me siento como ese monstruo, sumergido en la Web en busca de informaciones que a veces me atrapan e impiden tener un poco más de contacto con el mundo real. Trabajo conectado a la red, llego a casa y me conecto a la red, me comunico con buena parte de mis amigos a través de la red, hago comprar por la red, vivo con una chica que pasa la mayor parte de su día delante de una computadora y juntos dejamos buena parte de nuestras vidas en el mundo virtual. Fotos, consideraciones, diseños, relaciones, experencia de vida y de trabajo. Todo disponible con el click de un mouse.
Pese a todo, los mejores momentos del día tienen que ver con actividades no virtuales: entrenamiento físico, cocina, jardinería, caminatas, degustaciones, abrazos, besos, miradas cruzadas y otras experiencias que involucran a los sentidos.

domingo, 8 de febrero de 2009

La ciudad reunida


31 de enero. Alexanderplatz no es el punto más atractivo de la ciudad, pese a la clásica vista de la torre de televisión en lo que fue el centro de poder de la DDR. El frío se hace sentir en las manos aún con guantes. No se ve mucha gente por la calle por más que es viernes a la tarde.
Frente a la estación Rosa Luxembourg me espera Caterina, con su sonrisa habitual. Me acompaña para almorzar mi cotoletta alla milanese. Se bebe mitad de mi cerveza mientras me informa qué hay para ver y hacer en la ciudad. Con una sonrisa llena de esperanza me pregunta si sé hablar alemán.
- Ehhhhh, técnicamente no.
La camarera me mira con una sonrisa perdida típica de quien se ha fumado algo.
Todo está bien en este lugar. La camarera guapa y simpática, la música rockera, las habitaciones silenciosas, la cerveza rubia y amarga y la compañía amena. Hasta parece sospechoso. Cada bar o restaurante parecía frecuentado y atendido por gente feliz.
Tal vez fue el frío, pero las calles de esta capital parecían poco transitadas. Restaurantes y bares cerrados, negocios vacíos en plena época de descuentos y hasta alguna que otra iglesia estaba cerrada al público.
Tal vez la crisis?
La ciudad parece una obra en construcción. O en reconstrucción. Abundan las grúas que levantan modernos ediicios, a veces estéticamente agradables, a veces ni por asomo.
Berlín sigue cerrando cicatrices. Permanecen los terrenos vacíos por donde pasaba el muro. Museos del mea culpa como el Jüdisches Museum, unos pocos restos despellejados del muro, la catedral conservada en ruinas, las postales de la segunda post-guerra, las cruces de los que no consiguieron cruzar vivos, las imágenes del Reichstag en llamas. Y la gente parece de buen humor.
Sombras del pasado. Desde el ojo blanco en el busto de Nefertiti a las calles poco ilumindas de Kreuzberg. La vista del ángel dorado en el Tiergarten bajo una nevada densa. Y gente corriendo tranquilamente o paseando a su perro.
Cena de despedida en el restaurante francés Josephine de la Bergmannstraße. La misma amabilidad, buena comida y precios razonables. Volví tranquilamente en metro a Berlín Oriental, lo que habría sido imposible hace apenas 20 años.