jueves, 25 de diciembre de 2008

White Christmas


Otra Navidad lejos de la familia. Fernanda se fue a un pueblo cerca de Londres a pasar las fiestas con un amigo, y yo decidí empacar mi equipo de snowboard y poner rumbo a los Alpes Julianos, a visitar a Gabriel y a Marinka.
En Eslovenia no hay mucho que hacer en invierno, salvo ir a esquiar. El primer día nos levantamos demasiado tarde para desemplovar las tablas de snowboard, así que el plan era dar una vuelta fuera de Eslovenia, visitar un lago cerca de Tarvisio y hacer compras por Austria. Una tarde entre tres países y una cena saboyarada en casa a base de ensalada, raclette con papas, cebolla y crema.
El 24 finalmente fuimos al minúsculo centro de esquí de Velika Planina. Las pistas estaban un poco duras porque hacía días que no nevaba, pero la tarde sirvió para recordar cómo demonios se hace snowboard y así poder terminar bajando pistas a una velocidad razonable sin caerme. Antes de eso, un tropezón me hizo morder la nieve.
Todo venía bien, salvo algún raspón. La puesta del sol fuemagnífica, aunque mi cámara sin batería no me permitió fotografiarla. Volviendo a casa, el auto de Gabriel patinó en una curva a poca velocidad y golpeó contra la banquina. Al parecer las llantas de invierno tienen mal agarre para el asfalto mojado. La cuestión es que el golpe hizo pinchar un neumático y, por ir en curva, el semieje se dobló. Gabriel sacó la rueda y dió como veredicto que teníamos que llamar al remolque.
De vuelta en casa, intentamos olvidar lo sucedido y festejar la nochebuena con una cena alemana: chucrut casero y cerveza.
Hoy es Navidad y no hay mucho para hacer. Sin auto, en una ciudad sin nada abierto y, para colmo de males, resfriado tras la espera de ayer al costado de la ruta. A la tarde puede que me encuentre con una amiga que está aquí de paso. Mientras tanto, almuerzo pasta y disfruto de una Navidad blanca. Nieva copiosamente.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La fiesta



Finalmente dejamos el piso en condiciones presentables como para organizar una fiesta en casa. Unas plantas y un par de luces, un cuadro colgado en la sala, más copas, ceniceros y otras cosas que apenas nos sirven para estos eventos, una buena limpieza general, comida y tragos.
Contando a los invitados de última hora, recibimos a unas treinta personas de una docena de países. Algunos bajaban un rato a ver cómo iba el clásico entre el Real Madrid y el Barça, otros pedían permiso para traer a algún amigo, pareja o afin.
Los anfitriones nos repartimos bien las tareas: mi compañera de piso preparaba mojitos, yo me encargaba de la comida y ambos ibamos de un lado a otro ocupados de hacer sentir a la gente lo más confortable posible.
Nos pidieron que hagamos fiestas más seguido pero tendrá que esperar tal vez un mes.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Milano. Neve. Pioggia. Scioppero. E teatro.


Llegué atrasado a Malpensa, pero a la hora de haber aterrizado ya estaba tomando té en casa de Paola. Milán se vestía de blanco tras una tarde de nieve que poco a poco se fue transformando en llovizna. Al día siguiente desayunamos con calma y salimos a caminar hasta parco Sempione. Paola intentaba convencerme que Milán es una linda ciudad bajo la melancolía invernal. Coincido en que puede tener su encanto, con sus palacios liberty y sus bulevares nevados.
Almorzamos en el Tara, simpático restaurante indio de via Cirillo que parecía abierto apenas para nosotros.
El programa del sábado a la noche fue ir al teatro filodrammatico a ver "La fattoria degli animali" de Orwell dirigida por Bruno Fornasari. Sin animales. Con empleados de una cooperativa que se convierte en algo así como una multinacional inescrupulosa. Interesante giro de tuerca en plena época de derrumbes y escándalos en el mercado financiero internacional.
Después de teatro, fuimos con Paola, Akil y Cló a comer panini y a sumirnos en un ameno debate sobre el poder.
El domingo fue día de lluvia, bueno para tomar un café con helado en el Toldo, perderse por una librería cerca de Brera y cruzar la ciudad para tomar unas cervezas con Max y Roberto, hablando de mujeres y prestando algo de atención a un partido de fútbol.
El lunes pretendí cerrar la cuenta en el banco. No era el momento justo. Huelga de transporte, lluvia, frío y la cereza de la torta: cerraron mi agencia. Un cartel en la puerta indicaba otra dirección, no precisamente a la vuelta de la esquina. Aproveché para renovar mi carta d'identitá, esa reliquia de tiempos fascistas que suelo perder cada dos por tres. Como paso previo, tuve que denunciar la pérdida, lo que siempre es una experiencia interesante. Esta vez me tocó al lado un afgano que venía a denunciar el robo de su móvil y sus documentos en Stazione Centrale, un paraíso de los carteristas. A la noche pasé por casa de Cló y de Akil para dejarles una botella de Rivera del Duero. Akil me grabó la versión animada de Animal Farm, para seguir con la onda Orwelliana.
Y qué pasó con el grupo de teatro? Se han dispersado. Algunos han cambiado de escuela, otros se han tomado una pausa y unos pocos se ven seguido.
El martes intento nuevamente cerrar mi cuenta en el banco. La dirección anotada en la puerta de mi vieja agencia no correspondía a otra agencia, sino a una oficina del banco que apenas recibe el correo. En otra agencia me dijeron que mi nueva agencia estaba a 200 metros de la anterior. Lo cierto es que estaba a 20 metros y no se veía por estar detrás de una cerca con enredaderas. Llegué un minuto tarde, y por supuesto que no me abrieron. Ni siquiera había alguien que me pudiera abrir la puerta.